lunes, diciembre 31, 2012

El fraudulento juicio de Nüremberg y sus consecuencias políticas hoy (2)

Bush, Blair, Aznar: genocidas impunes.













Nos limitaremos, por el momento, a un simple repaso de los tres delitos imputados a los nazis en Nüremberg y cotejaremos esta normativa con las atrocidades perpetradas por las potencias representadas en ese juicio en calidad de fiscales y jueces:

1/ Crímenes contra la paz. Los aliados invadieron Iraq en 2003 con la coartada de unas armas de destrucción masiva que eran una simple invención propagandística y que los servicios secretos de inteligencia de los invasores ya habían informado como inexistentes. Estados Unidos, Gran Bretaña y España urdieron así una criminal trama de mentiras, en beneficio de Israel, para justificar la ocupación de Iraq, y luego apelaron a los atentados contra los derechos humanos de Saddam Hussein con el fin de blanquear, a posteriori, la fechoría y la responsabilidad criminal por las 600.000 víctimas civiles iraquíes de las operaciones militares aliadas. Las agresiones de Estados Unidos, Francia e Inglaterra a países independientes nutre una lista bastante larga de tropelías que culmina con la invasión de la isla de Granada, actuación cuyo único fin era resarcir el orgullo nacional ante la opinión pública por la humillante derrota norteamericana en la guerra de Vietnam. Si nos remontamos más atrás, el Tratado de Versalles era ya una provocación al conflicto y fueron los aliados occidentales (Francia e Inglaterra) quienes desencadenaron la Segunda Guerra Mundial declarándole la guerra a Alemania, pero no a la URSS, por la invasión de Polonia, a pesar de que los rusos también atacaron el país (en cumplimiento del pacto Molotov-Ribbentropp) e invadieron además Lituania, Letonia, Estonia y Finlandia. Inglaterra rechazó las propuestas de paz de Alemania, que incluyen el vuelo de Rudolf Hess y todas las iniciativas en las que Berlín intentó que el Vaticano mediara para lograr el fin de las hostilidades. Inglaterra provocó a los alemanes con crímenes de guerra (ataques aéreos terroristas contra las ciudades alemanas) a efectos de desencadenar la represalia alemana, y buscó la destrucción del pueblo alemán y no sólo la del nazismo, circunstancia que implicaba la directriz de guerra total de exterminio y la rendición de Alemania sin condiciones como requisito para su desaparición en tanto que potencia rival del Imperio Británico en decadencia. Winston Churchill fue, en definitiva, tan responsable de la Segunda Guerra Mundial y, por ende, del holocausto judío, como el propio Hitler.

2/ Crímenes de guerra. Los crímenes de guerra masivos comienzan en Europa durante la Primera Guerra Mundial con el bloqueo marítimo de Alemania, que se mantuvo después de la rendición de ésta y provocó millones de víctimas civiles. La política militar criminal de Inglaterra continuó después de esta "hazaña": declaró la guerra a Alemania con la excusa del ataque alemán a Polonia y puso en marcha un plan de bombardeos aéreos que tenía como finalidad quemar vivos al máximo número posible de civiles alemanes (ancianos, mujeres y niños) no combatientes. La URSS vulneró la Convención de Ginebra (que nunca quiso firmar) desde mucho antes de la guerra con Alemania. Moscú es la responsable de la masacre de Katyn, imputada fraudulentamente a los alemanes. Tanto los aliados occidentales como los soviéticos exterminaron a centenares de miles de soldados alemanes prisioneros desarmados una vez concluidas las hostilidades, y esclavizaron a otros miles. Los delitos de los "buenos" continuaron tras el juicio de Nüremberg.  Crímenes de guerra fueron las actuaciones norteamericanas en Vietnam e israelíes en Palestina desde Deir Yassin a Gaza (2006). Después de los bombardeos terroristas contra la población civil alemana, las bombas atómicas norteamericanas de Hiroshima y Nagasaki son los crímenes de guerra de mayor envergadura que la historia humana recuerda. Francia es responsable de crímenes de guerra durante la Liberación y la Depuración, y todavía a lo largo de la guerra colonial contra la independencia de Argelia.

3/ Crímenes contra la humanidad. Desde la toma bolchevique del poder con un golpe de Estado contra la república democrática rusa, el partido comunista de Lenin exterminó a 20 millones de ciudadanos rusos, acusados de "fascistas", en algunos casos por motivos étnicos (genocidio de los cosacos). En total, el marxismo-leninismo, en sus distintas variantes, ha asesinado a 100 millones de personas en Rusia, China, Corea, Camboya, Rumanía y otros países sometidos a este régimen totalitario que el Consejo de Europa equiparó con el nazismo en 2006. Pese a esta declaración, las potencias occidentales no han tomado medidas punitivas de ningún tipo contra China, cuyo régimen es responsable de la muerte de 65 millones de personas, antes bien permitieron que este país organizara unas olimpiadas y EEUU lo declaró "nación más favorecida" en las relaciones comerciales. Los aliados planearon un  etnicidio del pueblo alemán, con 13 millones de víctimas, antes de que se tuviera ninguna noticia del holocausto, y desencadenaron las represalias de los alemanes contra los hebreos presos. Los políticos occidentales son corresponsables de la Shoah porque hay una relación de causa-efecto entre los crímenes aliados o soviéticos y la persecución alemana de los judíos.  En 1948, amparándose en el juicio de Nüremberg y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Israel asesinó o expulsó a 750.000 palestinos de su tierra ancestral en nombre de una doctrina bíblica irracional, y practicó en Palestina una política de "limpieza étnica", expansionismo racial y colonización que se prolonga hasta la actualidad. Los Estados Unidos son los responsables en Vietnam de actuaciones que el Tribunal Russell calificó en su día de genocidas. Unos 50 millones de personas han perecido cada tres años en el Tercer Mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial como consecuencia de una política económica que condena a los denominados pueblos subdesarrollados a una situación de hambre, ignorancia, enfermedad y miseria. Bélgica es responsable de un genocidio de 10 millones de personas en la etapa colonial del dominio del Congo. Estados Unidos es imputable por crímenes contra la humanidad perpetrados contra las poblaciones indias autóctonas y por una práctica comercial de esclavización que se remonta a los orígenes del país, cuya fundación en sí misma constituyó como tal un acto criminógeno (instauración de la doctrina imperialista y colonialista del destino manifiesto).

Se aplicará a los "vencedores" de la Segunda Guerra Mundial el mismo tipo de normas y métodos de práctica de prueba que a la sazón consideráronse válidos con los acusados alemanes. Este procedimiento penal incluye el carácter universalmente perseguible de los delitos, su imprescriptibilidad en el tiempo y la retroactividad de las normas ex post facto que fundamentan la imputación. Los delitos de genocidio no se limitan a la comisión del acto, sino a su impunidad, banalización, justificación o encubrimiento, entre otros supuestos de acción u omisión. Toda la putrefacta casta política occidental de corruptos y criminales con corbata que no dejan de farfullar las palabras-mantra "democracia", "holocausto" y "derechos humanos" para encaramarse en el poder, lucrarse, cometer toda suerte de fechorías y perseguir a personas inocentes acusadas de "fascistas" por el simple hecho de discrepar ideológicamente de ciertos dogmas historiográficos, puede y debe ser procesada, condenada e inhabilitada en base a las mismas normas y principios que hicieron posible el juicio de Nüremberg.
 
En algunos casos, como el de los criminales contra la paz que provocaron la guerra de Iraq (George Bush, Tony Blair y José María Aznar), cabría la posibilidad de que se convirtieran en reos de pena de muerte por su directa responsabilidad política en la comisión de un crimen de lesa humanidad.
 
Se solicita a todos los usuarios de este blog que amplíen la lista de genocidios, crímenes de guerra, crímenes contra la paz y crímenes contra la humanidad impunes perpetrados por los "demócratas", "liberales", "progresistas" y "sionistas" antifascistas a fin de elaborar un informe exhaustivo de los mismos que será publicado en esta bitácora.

http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2012/12/el-fraudulento-juicio-de-nuremberg-y.html
 
Continuará en otra entrada de la misma serie.
La Marca Hispànica
31 de diciembre de 2012
 

domingo, diciembre 30, 2012

El fraudulento juicio de Nüremberg y sus consecuencias políticas hoy (1)

Sala de vistas de Nüremberg (1945-1946).



















Que el sistema oligárquico está "podrido" en sus mismos fundamentos y que, cuando estallan casos de corrupción, no se trata de "hechos aislados" sino de la esencia profunda del dispositivo de poder surgido en 1945, es algo que venimos afirmando desde hace muchos años. Cada día que pasa se confirma empero esta pretensión, calificada, en su momento, de dudosa, cuando no de delirante. No es ya raro escuchar a algún locutor o columnista reconocer, muy a su pesar, que la putrefacción hogaño ya innegable tiene carácter "sistémico". Pero pocos de estos profesionales del comentario fácil se atreven a analizar a fondo las causas del problema y, sobre todo, a extraer las oportunas consecuencias.

http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2012/05/metastasis-del-pujolismo-1.html

El artículo se refería a Cataluña, pero vale para el resto del país en unos términos no muy distintos a los catalanes. Podríamos sacar a colación escritos del año 2006, cuando esperábamos que Ciutadans se convirtiera, como poco, en un partido asambleario, algo a lo que opusiéronse con uñas y dientes quienes aspiraban a dirigir el cotarro bajo el paraguas de los doce apóstoles fundadores y singularmente del oligarca local catalán Francesc de Carreras. Ahora Albert Rivera se pavonea dando lecciones de democracia al resto de los partidos, mas convendría examinar aquí cuál es la "democrática" procedencia de la cúpula dirigente de Ciutadans: no muy distinta que la de CiU. La metodología oligárquica catalana, de "arriba a abajo", gestionada en este caso por Francesc de Carreras, también se aplicó a Ciutadans en su hedionda gestación, a despecho de que el payaso Boadella se dedicara a realizar graciosas muecas y saltitos alrededor de la mesa para legitimar aquel  descarado contubernio de amiguetes. Cataluña, la familia. Sí, pero también Madrid. Además, se olvida que Ciutadans es el más eficaz instrumento de desnacionalización española, porque no sólo combate el presunto nacionalismo catalán, sino que se declara no nacionalista, y esto significa que el nacionalismo español se da ya por desechado y púdrese en el mismísimo cubo de la basura. La pregunta de si los nacionalistas catalanes son en realidad verdaderos nacionalistas o simples liberales oligárquicos (como el PP) que usan y abusan del sentimiento patriótico local para enriquecerse, no tiene cabida en un partido liberal como Ciutadans. Siempre lo mismo. ¿Por qué debe ser necesariamente así? Esta es la pregunta que cabría hacerse, pero hay que tener el valor, repito, de beberse la verdad hasta las heces, harto amargas para los "operadores mediáticos" encargados precisamente de endulzar la realidad. 

Yo no conozco excepciones institucionales (o muy pocas) y mi único honor en política ha sido el de saber irme cuando he tenido claro que me encontraba otra vez ante una repetición del guión oligárquico. En Ciutadans recibí incluso amenazas de agresión física por haber sido secretario general de Plataforma per Catalunya; denuncié esas amenazas a los órganos competentes de la asociación cultural (no era todavía partido), que nada hicieron para que se respetara la democracia en el interior de su  propio invento (a pesar de que se llenaban la boca con la milagrosa palabreja y arrojábansela a la cara a los perversos "nazionalistas" día sí y día también). Luego el mentiroso Francesc de Carreras sostuvo ante los periodistas que dichos órganos me habían expulsado, cuando consta mi baja voluntaria por e-mail a principios de junio de 2006 y el acuse de recibo de Ciutadans, con rituales lamentaciones sobre la pérdida. En cambio, es cierto que expulsaron a otras personas "de izquierdas" por el simple hecho de reclamar un método asambleario en la construcción del partido político, como fue el caso de la coordinadora local de Terrassa. El espectáculo mediático de Ciutadans años después (¿por qué se fue Antonio Robles y antes todavía toda el "ala izquierda" del partido?) es de sobra conocido, pero Albert Rivera parece haber perdido la memoria de los cloacales orígenes.  Quizá haya llegado la hora de las hemerotecas; que los "testimonios" le recuerden a Rivera cuál fue su procedencia (PP) y modo de acceder al poder que disfruta -con las mismas prebendas que cualquier otro diputado- como máximo dirigente de Ciutadans. Desde luego, no puede apelar Ciutadans a un modelo alternativo de funcionamiento que le distinga del resto de los partidos (pongo la mano en el fuego por esta afirmación). Si los partidos actuales son lo que son, digamos mierdaCiutadans es estructuralmente incapaz de ofrecer algo mucho mejor, más democrático, a tenor de lo que consta en su expediente. El único mérito de Ciutadans será el de no haber tenido el tiempo ni la oportunidad, por ahora, de venderse al poder económico, pero todo se andará. Nos consta que Cañas está ansioso de dinero. Babea por la pasta, casi da vergüenza con qué descaro expresa sus lúbricos y vulgarísimos deseos de promoción crematística.

En estos momentos da más miedo Ciutadans que el PP, el PSOE o CiU. Todo el mundo sabe ya lo que son esos partidos "quemados" y desacreditados, pero Ciutadans todavía cuenta con la capacidad de "ilusionar" (=engañar) a la gente haciéndole creer que ellos van a cambiar las cosas, cuando sólo pretenden "echar" a los que hay ahora, cuyo hedor echa ya para atrás, para ponerse en su lugar y continuar pasteleando, por supuesto en beneficio propio. Y es que el problema no es de personas, ni de partidos, ni de leyes. Quien esto pretenda ("vótame, yo soy honesto") miente y sólo aspira a aprovecharse de sus conciudadanos para pescar en el río revuelto de la crisis institucional.

Las raíces de la corrupción, la falsa democracia y del fraude informativo (manipulación de masas sistemática) son, en efecto, más hondas, tan hondas que es menester remontarse a la farsa jurídica de Nüremberg, donde se pervirtieron todos los principios del derecho para criminalizar a los vencidos hasta convertirlos en demonios expulsados de la humanidad (los "fascistas") y encubrir a la par las cósmicas atrocidades de los vencedores. Habría que invertir la frase y decir que "de aquellos lodos vienen estos polvos", si no fuera porque la corrupción es sólo la primera capa de la cebolla y las transgresiones de la casta política no se limitan a la financiación ilegal, las cuentas en Suiza, los extras de dinero negro y escándalos económicos similares. Pasando por la tortura impune recurrente practicada en comisarías y cárceles de países "democráticos", de las que  a nosotros -somos ex funcionarios de prisiones- nos queda todavía mucho que decir, la casta política oligárquica es la beneficiaria y encubridora de genocidios, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad que ha perpetrado o consentido antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, hasta la mismísima actualidad. Ya están preparando los oligarcas la próxima atrocidad en Siria e Irán, la carnicería "humanitaria" tarda incluso demasiado y parece que sólo el hecho de ser conocida de antemano en la red de forma clamorosa está inhibiendo a los asesinos antifascistas.


A pesar de los nauseabundos avisos de YouTube, la grabación adjunta quédase muy corta comparada con la realidad de los crímenes cometidos por la oligarquía filosionista y sus aliados totalitarios comunistas. No debe así extrañar el triste presente de la picaresca política española: si han sido capaces de ensordecer hechos de tales dimensiones, montajes como el 11-S o el 11-M son perfectamente posibles, y la corrupción deviene cosa de niños para nuestros "demócratas" se secta y logia. Desde la Nakba (la limpieza étnica de Palestina) a los genocidios de Vietnam o Iraq, la oligarquía no ha dejado de hacer lo que le ha dado la gana con las mentes de sus súbditos, distorsionando la información, pisoteando cualquier cientificidad y veracidad, sin que exista ninguna disidencia seria (inmediatamente descalificada como "fascista") capaz de plantar cara a los poderes reales que mueven en la trastienda los hilos del sistema. ¿Cómo no van a llevarse los politicastros  testaferros de la banca unos simples sobres con dinero de los que nosotros ya tenemos noticias hace largo tiempo, por ejemplo -y es sólo un ejemplo-, por lo que respecta a las cúpulas sindicales? El dispositivo de distorsión y encubrimiento de lo que "no interesa", con la oportuna complicidad de los medios de comunicación y de los juzgados, es tan enorme que puede usarse "de paso" para fines privados de enriquecimiento. No podía ser de otra manera.
 
Hasta que los indignados no relacionen fenómenos aparentemente tan lejanos entre sí como el desmantelamiento de la sanidad pública en España, la corrupción institucionalizada, la impunidad de la tortura policial, la guerra de Iraq (un "crimen contra la paz" según la legislación vigente) y el juicio de Nüremberg (y, por ende, el Holocausto), el faraónico dispositivo político contemporáneo de dominación pública puede descansar tranquilo. Cuando los indignados desfilan con una imagen del conseller de interior Felip Puig disfrazado de SS, la oligarquía sabe que los más enormes crímenes, aquellos que podrían hacer tambalearse realmente su poder, siguen fuera del radio de acción de la conciencia ciudadana, y que toda insumisión cívica permanece controlada por los especialistas en montar rebeliones-farsa, como es el caso de Stéphane Hessel, pero también de la extrema izquierda "antifascista" o de las propias "centrales sindicales" sistémicas subvencionadas.
 
¿Qué hacer, pues? Nosotros hemos propuesto el único camino que consideramos viable en estos momentos para España, a saber, una regeneración democrática integral que debe comenzar por la abdicación de la cúpula simbólica del Estado, el rey, y proseguir con la dimisión del gobierno, la disolución de las Cortes, la convocatoria de un referéndum monarquía-república y de una asamblea constituyente, la apertura de causa criminal genérica contra los políticos corruptos, que comporta la formación de un tribunal con poderes especiales para encarcelar a todos los traidores a la nación (=políticos profesionales documentalmente acreditados por cargo, sueldo, privilegios y corruptelas), que como tales deben ser identificados y juzgados. Sin menoscabo de las responsabilidades que les correspondan por los delitos de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad todavía impunes, que comparten, por acción u omisión, con el resto del estamento político occidental (el delito de genocidio es universalmente perseguibleno prescribe).
 
Este movimiento nacional y democrático no podría, empero, sobrevivir más de una semana al ataque de los "mercados" (y de las fuerzas armadas de la OTAN) si no se extendiera de forma inmediata a Europa y reclamase la fulminante democratización de las instituciones comunitarias, así como un nuevo Juicio de Nüremberg que siente las bases de una democracia genuina en nuestro continente. Sólo cuando los pilares básicos del ideario democrático, a saber, los Derechos Humanos, se apliquen a todos aquellos que los vulneren, y esto se haga con absoluta imparcialidad y omitiendo consideraciones previas respecto del signo político del victimario o de la víctima, podrá occidente superar el completo desmoronamiento moral e institucional que está abocando a su extinción como civilización. Porque, por hablar de un caso concreto, hoy muy olvidado pero omnipresente entre bambalinas, ¿puede creer alguien realmente que las actuales políticas demográficas y de inmigración -promovidas por la oligarquía con fines económicos, pero también de aculturación y "mestizaje"- no afectan a nuestra pura y simple capacidad de supervivencia en tanto que pueblo?

Queda abierta una última posibilidad: si la democracia liberal y los derechos humanos no son respetados por aquellos que han utilizado tales doctrinas como armas para justificar genocidios y perseguir a sus opositores "fascistas", entonces entendemos que el aparato formal democrático como tal, junto con dichas doctrinas, debe y merece ser demolido. Obsérvese que hasta aquí hemos razonado tomándonos en serio unos principios y valores que el estamento político liberal dice defender, aunque los pisotee una y otra vez con obsceno desparpajo. Pronto llegará sin embargo el momento de dar el postrero paso hacia la coherencia, el paso al que los propios criminales oligárquicos nos empujan: el reconocimiento de que la democracia liberal y las cartas de derechos humanos como tales son mentiras e incluso instrumentos necesarios del delito. Ésta será nuestra conclusión final a menos que el sistema reaccione en sus propios términos, que nosotros hemos pretendido respetar (en vano, por cierto).
 
Estamos transitando rápidamente de una Democracia Liberal  Oligárquica a una Oligarquía Totalitaria Transnacional. Y lo que salga de aquí ya nada tendrá que ver con "Europa" tal como nos la contaban en la tele, sino más bien con la novela de Orwell sobre un hemisferio occidental rebautizado como Oceanía. Los ciudadanos y los trabajadores seremos los primeros perjudicados -lo estamos siendo ya y !de qué modo!- por todo lo que va a suceder en la década entrante a menos que un movimiento nacional democrático plante cara a la fatalidad de la inercia oligárquica y tuerza pacíficamente la voluntad de los criminales que nos gobiernan.

Evidentemente, no nos hacemos ilusiones sobre el destino de las señaladas propuestas. !Fantasía pura, pensará el lector, con razón! Nuestro deber era, sin embargo, plantearlas aquí a pesar de que casi nadie escuche nuestro grito en el desierto.

sábado, diciembre 29, 2012

Stéphane Hessel o la pólvora mojada del sistema oligárquico


Stéphane Hessel
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
PRIMER CAPÍTULO DEL LIBRO "LA MANIPULACIÓN DE LOS INDIGNADOS"
 

Resulta imposible comprender las ideas de Hessel sin explicar quién es. Para los aspectos básicos me remito a la página de Wikipedia, poco sospechosa animadversión hacia un ex prisionero de Buchenwald. Hessel es el vástago, padre judío y madre alemana, de una familia burguesa acomodada de Berlín. Alumno de una escuela de élite elevado a los altares de la ONU gracias a sus excelentes relaciones privadas con oligócratas (verbi gratia: la esposa de Roosevelt), Hessel “osténtase” ante los jóvenes actuales como paradigma ético. No cabe duda de que el comportamiento de Hessel durante la Segunda Guerra Mundial, abandonando un seguro exilio inglés para infiltrarse clandestinamente en territorio controlado por los alemanes, constituye un acto de heroísmo que sería mezquino negar. Tampoco puede obviarse la inteligencia y alto nivel cultural de Hessel, que explican en parte, pero sólo en parte, su vertiginosa carrera hacia las cumbres de la diplomacia occidental. Las luces de Hessel resultan de sobra conocidas, ¿hará falta subrayarlas? Mas junto a las luces existen también las sombras en su vida. Unas sombras que no pueden ser calificadas sólo de anecdóticas, por aquello de que nadie sería perfecto. Nuestra tarea consiste aquí en criticar las ideas de Hessel, pero a tenor de que él mismo se ha erigido como “modelo”, es decir, como encarnación de aquello que dice defender, no podremos eludir el trabajo de una cierta desmitificación personal.
De la lectura de su autobiografía se desprende, por de pronto, la decisiva influencia de unos progenitores que encarnan todos los tópicos de los ambientes vanguardistas. Por ejemplo, el adulterio de la madre tolerado por el padre marca tempranamente su impronta en la personalidad del muchacho. Éste desarrolla un sentido de la moralidad harto relativista, compatible, por un lado, con la picaresca, el robo y la mentira, y, por otro, con una vaga noción estética de “progresismo” muy propia de los “antifascistas” de procedencia burguesa. Para que nos hagamos una idea de la frivolidad intelectual de Hessel, obsérvese cómo valora las aficiones quirománticas de una compañera lesbiana de la madre y la idea de “racionalidad” que desprende:

Justamente porque trató la interpretación de las líneas de la mano como una ciencia, para mí encarna el triunfo seguro de la razón.[1]

Será la “razón” de la masonería, pero no aquello que un filósofo serio pueda admitir como tal. De la parte materna le benefician, por otro lado, nada desdeñables relaciones familiares con el mundo de la banca, en las cuales no profundizan las memorias, pero sabemos que cuando su padre Franz tiene que huir de los nazis, nada menos que los Rothschild de París son quienes le reclaman.[2] Hessel –cuyo talento y valentía, insisto en ello, no negamos- nunca ha dejado de moverse con listeza entre las altas esferas del poder, incluidas las del bando estalinista.

Ahora bien, después de décadas de impunidad del sionismo, que alguien con semejante pedigrí (se declara “amigo de Israel”), funcionario de las Naciones Unidas y diplomático francés a las órdenes del derechista Giscard d’Estaing, pueda gozar de credibilidad como crítico del “sistema”, sólo confirma el grado de lavado de cerebro al que han estado sometidos los ciudadanos de Occidente durante décadas. La inversión en propaganda ha sido muy útil para el dispositivo oligárquico, porque incluso cuando los maltratados por ese mismo aparato de explotación y coacción toman la palabra, aquello que habla en ellos y a través de ellos sigue siendo, en la mayor parte de los casos, la propia oligarquía. Parece evidente que el dispendio publicitario a lo largo de medio siglo resulta, más que rentable, imprescindible para los poderosos. Debemos entender así por qué gobiernos y grandes empresas gastan cantidades astronómicas de dinero en la partida de manipulación psíquica de la población.

Mayo del 68: el fraude de la modernidad transgresiva,
cuyos frutos conocemos bien. Daniel Cohn-Bendit
burlándose del "policía" en cuanto "encarnación de la ley".
Hessel no debería, en efecto, merecer nuestra confianza ética. Preguntémonos cómo escapó Hessel a la muerte en Buchenwald. Pues bien, fue gracias a la intervención de Eugen Kogon, miembro del comité de políticos que dirigía el campo a cuenta de los alemanes. Kogon era “amigo” del médico de las SS que le salvó la vida. Todo esto nárralo el propio Kogon en su libro Der SS-Staat. Das System der deutschen Konzentrationslager, traducido al francés bajo el título L’enfer organisé (1947). Testigo del juicio de Nüremberg contra los nazis, Kogon devino una eminencia reconocida entre los escritores de la literatura sobre “el Holocausto” y se cuenta entre los “padres fundadores” de la República Federal Alemana. Pero resulta que, según Kogon, los nazis sólo le exigían al comité del campo, so pena de substituirlo por otro, que mantuviera el orden entre los presos. A cambio de esta colaboración, los energúmenos del comité, casi todos ellos de filiación estalinista, recibían porciones de comida suplementarias y se apropiaban, a costa de la mayoría, de las magras raciones de los presos comunes o políticos no comunistas, provocando con ello hambrunas, enfermedades y altos índices de mortandad. La supuesta ética de muchos de los supervivientes se basaba así en la corrupción, en la delación y en la bestialidad de los castigos que la mafia comunista de Buchenwald infligía al resto de los internos con la colaboración, por activa o por pasiva, de la dirección SS del campo. Kogon nos cuenta que el comité comunista de Buchenwald, compinchado con la SS, ocultaba a las inspecciones de Berlín y a los visitantes (cadetes de la policía, juventudes hitlerianas, diplomáticos o prominentes de potencias fascistas) las evidencias de que se practicaba la tortura (Kogon, p. 256):

Frecuentemente, tenían lugar en los campos las visitas de la SS. Con este motivo, la jefatura de la SS aplicaba un extraño método: por una parte disimulaba todos los detalles accesorios; por otra organizaba verdaderas exhibiciones. Todos los dispositivos que podían hacer adivinar que se torturaba a los presos eran pasados en silencio por los guías y se les ocultaba. De este modo el famoso potro que se encontraba en la plaza era disimulado en un barracón habitable hasta que partían los visitantes. (…) Igualmente eran apartadas las horcas y las estacas en las cuales se colgaba a los presos. Los visitantes eran conducidos a través de unas ‘instalaciones modelo’: enfermería, cine, cocina, biblioteca, almacenes, servicio de limpieza de ropa y sección de agricultura.[3]

El infierno estaba organizado, así reza el título galo de la obra, pero parece que los comunistas eran expertos en sacar partido de una situación política privilegiada empeorando la del resto de internos. Kogon afirma quetenía en mis manos al doctor Ding-Schuller” (Kogon, p. 218) y algo más sorprendente todavía (Kogon, p. 275):

Las direcciones de los campos no eran capaces de ejercer un control sobre decenas de millares de presos de otra manera que no fuese la exterior y esporádica. Ella ignoraba lo que realmente sucedía tras las alambradas.[4]

Las conclusiones de Kogon resultan estupefacientes para los espectadores de Hollywood, porque al parecer haber sido preso de Buchenwald no constituye ninguna garantía de moralidad (Kogon, pp. 16-17):

(…) era un mundo en sí, un estado en sí, un orden sin derecho en el cual se arrojaba a un ser humano, que a partir de ese momento sacando partido de sus virtudes y de sus vicios –más vicios que virtudes- sólo combatía para salvar su miserable existencia. ¿Luchaba sólo contra la SS? ¡Por supuesto que no! Le era preciso luchar otro tanto, si no más, contra sus compañeros de cautiverio (…). Decenas de millares de supervivientes a los que el régimen de terror ejercido por arrogantes compañeros ha hecho sufrir aún más quizá que las infamias de las SS, me agradecerán por haber señalado igualmente este otro aspecto de los campos, por no haber tenido miedo de descubrir el papel representado en diversos campos por ciertos tipos políticos que hoy pregonan a voces su antifascismo intransigente. Yo sé que algunos camaradas míos se han desesperado viendo cómo la injusticia y la brutalidad fueron adornadas después con la aureola del heroísmo por personas honradas que no sospechaban nada. Esos explotadores de los campos no serán ensalzados en mi estudio porque éste ofrece los medios para hacer palidecer esas glorias usurpadas.

Sin embargo, pese a estas afirmaciones, el propio Kogon reconoce de qué manera ha evitado, en su libro, inculpar a los presos políticos responsables de los mencionados abusos criminales (Kogon, pp. 20-21):

(…) para disipar ciertos temores y demostrar que este relato no corría peligro de transformarse en acta de acusación contra ciertos presos que habían ocupado una posición dominante en el campo, lo leí, a comienzos del mes de mayo de 1945, cuando ya estaba casi terminado y sólo faltaban los dos últimos capítulos de un total de doce, ante un grupo de quince personas que habían pertenecido a la dirección clandestina del campo o que representaban a determinadas agrupaciones políticas de detenidos.

En suma, Kogon admite en la introducción a su libro, ya de por sí bastante revelador, que encubrió a los responsables de los crímenes; no en vano el propio Kogon formaba parte de esa élite de presos privilegiados. Él mismo tenía mucho que callar. Ahora bien, si Hessel pudo falsificar sus papeles y salvar así su vida gracias a la amistad de Kogon con el médico-jefe de las SS, doctor Ding-Schuler, según cuenta la Wikipedia, parece evidente que Hessel pertenecía también de alguna manera, como poco en calidad de “protegido de lujo”, a la cúpula del comité:

At Buchenwald, Kogon spent part of his time working as a clerk for camp doctor Erwin Ding-Schuler, who headed up the typhus experimentation ward there. According to Kogon's own statements, he was able to develop a relationship bordering on trust with Ding-Schuler, after becoming his clerk in 1943. In time, they had conversations about family concerns, the political situation and events at the front. According to Kogon, through his influence on Ding-Schuler, he was able to save the lives of many prisoners, including Stéphane Hessel, by exchanging their identities with those of prisoners who had died of typhus. In early April 1945, Kogon and the head prisoner nurse in the typhus experimentation ward, Arthur Dietsch found out from Ding-Schuler that their names were on a list of 46 prisoners who the SS wanted to execute shortly before the expected liberation of the camp. Ding-Schuler saved Kogon's life at the end of the war by hiding him in a crate and smuggling him out of Buchenwald.[5]

En definitiva, Hessel pudo sobrevivir gracias a la brutal mafia de presos políticos que, en beneficio propio, gestionaba el campo a cuenta de las SS. Kogon y Hessel fueron ambos beneficiarios de esa mafia. ¿Cómo alcanzó Hessel tales posiciones de privilegio? El propio Hessel, quien reconoce en su autobiografía que ha sido un mentiroso empedernido hasta los 70 años, atribúyelo a la “amistad”:

A finales de septiembre, la conjura estaba madura. Yeo-Thomas debía elegir a los beneficiarios. ¿Uno? ¿Dos? Tres como máximo. Eligió a un inglés, Harry Peulevé, y a un francés, yo. ¿Por qué a mí? ¿Para que hubiera un oficial francés? ¿Porque hablaba alemán? Quién sabe. Tal vez por amistad.[6]

En la obra de Kogon, los hechos que afectan a Stéphane Hessel son relatados en las páginas 226-232 de la versión alemana y 217-225 de la francesa. Aunque el fondo del relato es el mismo, se trata de textos muy distintos. En la versión alemana, la original, ya se anuncia que Hessel se ha convertido en un funcionario de las Naciones Unidas:

Die Rettung gelang. Yeo-Thomas und Pauleve sind heute in London. Stéphane Hessel in New York bei der UN.

 
Drogas, sexo, pederastia, violencia, negación de todas
las normas: hoy son políticos corruptos.
¿Debería extrañarnos? Cohn-Bendit joven.
La versión francesa amplía la importancia atribuida a la figura de Hessel reproduciendo in extenso algunas notas o cartas que éste hiciera circular y en virtud de las cuales se le erige poco menos que en héroe cinematográfico. Desde luego, que Hessel culminara su carrera en la ONU no puede ser ajeno al hecho de que la cúpula comunista del campo decidiera seleccionarlo. Cuando habla de mera „amistad“, Hessel oculta los verdaderos motivos. En las dos versiones de la obra, Hessel es descrito por Kogon como alguien que trabaja para el servicio secreto del general De Gaulle. En consecuencia, la displicente actitud de Hessel hacia el comunismo debe ser observada con lupa, porque su salvación a manos de los comunistas de Buchenwald fue un acto político. Comunistas eran quienes decidían entre la vida y la muerte (Kogon, pp. 231-232):

Les forces clandestines du camp ont sauvé des centaines de camarades de toutes nations de ce block 61; dans cette affaire, c’étaient les communistes qui avaient le plus de chance. (...) Les détenus chargés du choix avaient toujours la possibilité de procéder à des échanges de persones, et les victimes qu’ils choisissaient n’étaient pas toujuours ceux qui étaient qualifiés de „traîtres“ ou „d’espions de la SS“ par leurs compatriotes. Dans toute una série de cas bien déterminés, on livra ainsi à la mort des hommes dont le seul crime était d’être en mauvais termes avec les communistes dirigeant leur groupe national, ou d’avoir fait quelque déclaration politique contre le parti communiste.

Pero es que, además, los comunistas sólo podían ejercer su dominio a través de sus contactos con los nazis. En el caso de Kogon, el Dr. Ding-Schuler, de las SS, como ya hemos subrayado. Conviene no olvidar, en este sentido, que en 1940, la vigencia del pacto germano-soviético, firmado el 23 de agosto de 1939, había convertido a comunistas de toda Europa en aliados del nacionalsocialismo. Para los antifascistas españoles, dicha alianza debió de convertirse en una auténtica revelación. Cuando los alemanes ocuparon París, el partido comunista francés y Hitler formaban en el mismo bando. Según cuenta Herbert Lottmann en La rive gauche, a los comunistas  (Lottmann, p. 202):

(…) la línea oficial les hacía considerar la guerra francobritánica con Alemania como imperialista; en lugar de combatir el fascismo, la lealtad a la línea soviética les imponía sabotear a lo que ellos llamaban ‘la pretendida guerra antifascista’ y considerar agresores a los franceses y a los británicos. Después de la ocupación de París por los alemanes, en junio de 1940, todavía transcurrió un año hasta la invasión de la URSS por Hitler. El órgano oficial comunista, L’Humanité, publicado clandestinamente, trataba la guerra como un asunto de bandas rivales, entre bandidos, y está probado que los comunistas solicitaron a las fuerzas alemanas de ocupación el permiso para publicar un L’Humanité hostil a la guerra. La idea gustó a los alemanes, pero el gobierno de Pétain opuso su veto.
 
Hessel joven: "luché contra Hitler".
Es en esa misma época que algunos comunistas presos en Alemania se convierten –por razones obvias- en internos privilegiados que controlan al resto de los reclusos. Esta relación de conveniencia entre nacionalsocialistas y comunistas no sería rota por Moscú, sino por los nazis, puesto que fue Hitler, ante un incrédulo Stalin, quien decidió invadir la Unión Soviética en 1941. En el momento de cruzar la frontera rusa, el holocausto todavía formaba parte del futuro, pero el régimen bolchevique, desde la época de Lenin, ya había exterminado a 13 millones de ciudadanos rusos. Este hecho no impidió a Churchill y De Gaulle, para quien Hessel trabajaba en calidad de espía, hacer causa común con los soviéticos, como si luchar contra Berlín fuera más justificable que apoyar a otro dictador; con la diferencia de que Stalin, en ese momento, además de tirano era ya un probado genocida y asesino de masas. Hitler, no. Atacada Rusia, el partido comunista se hizo inmediatamente con el control de la Resistencia francesa contra los alemanes, pero las características morales de esa Resistencia se tienen que convalidar con la atroz idiosincrasia del régimen estalinista para el que trabajaban, de forma consciente, la mayor  parte de los resistentes. De manera que, cuando Hessel fue detenido e internado en Buchenwald, el apoyo que recibió por parte de la cúpula comunista del campo puede calificarse, sí, de “política”, pero en el peor sentido de la palabra. Hablar de “indignación” y, al mismo tiempo, aceptar un vínculo con los estalinistas, “compromiso” cuyas consecuencias Hessel no podía ignorar, es lo más parecido a burlarse de la gente, eso que los políticos profesionales acostumbran a hacer con los ciudadanos.

Puede pretenderse honestamente que la alianza con Stalin tenía un sentido racional para los nacionalismos francés y británico, cuya intención de ganarle una guerra al nacionalismo alemán era en cuanto tal tan válida como la contraria. Pero aquélla quiere envolverse con el manto del heroísmo cuando no hay lugar para la palabra “ética” en semejante contexto abominable. Utilizar la ética para tales fines es indignante: si la Segunda Guerra Mundial fue desencadenada por la invasión alemana de Polonia, pero siempre con ese sentido ético, que Hessel esgrime, de amparar a un país agredido, ¿por qué Francia e Inglaterra no declararon la guerra a la URSS en 1939? ¿No cruzaron los soviéticos la frontera oriental y se apropiaron de la mitad de la nación polaca en cumplimiento del pacto Ribbentrop-Molotov? ¿No invadió Stalin a continuación los Países Bálticos y luego Finlandia? ¿Dónde se escondía entonces la supuesta ética de los gabinetes de Londres y París? Hessel afirma que se alegró cuando el Ejército Rojo derrotó a los nazis, pero esa victoria permitió, precisamente, que no sólo Polonia, sino toda la Europa del Este cayera en manos de Stalin. Quizá los polacos, víctimas de Katyn, no se alegraran tanto de los éxitos de Moscú. Gracias a su alianza con Inglaterra, Francia y Estados Unidos, el comunismo totalitario pudo extenderse a China y otros países; y continuar impunemente con sus genocidios, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en todo el mundo, hasta alcanzar la cifra de 100 millones de víctimas. ¿Es esta “ética de juventud” la que pretende esgrimir Hessel contra los políticos corruptos de nuestros días? ¿No fueron los acontecimientos a los que me estoy refiriendo el origen histórico del fraude, es decir, de la falsa democracia en el seno de un estamento político que ya ha mostrado con creces a todos los ciudadanos cuál es su verdadero rostro? ¿No será que él, Hessel, forma parte de la misma casta política que pretende criticar? ¿No trabajaba para ella al publicar su libro, como siempre hizo a lo largo de su dilatada carrera de trepador institucional?

Para la España que se ha convertido en epicentro del movimiento de los indignados, es muy importante tener una idea clara de contra qué está luchándose. En nuestros días, los historiadores, que, tras la caída del comunismo totalitario, tienen acceso a los archivos de Moscú, han llegado a conclusiones poco conocidas por la mayoría. Así, según Stephen Koch, autor de El fin de la inocencia (Koch, p. 317):

(…) durante los meses más cruciales, heroicos y sangrientos de la lucha armada antifascista en Europa, mientras españoles y radicales de todo el mundo se jugaban la vida por lo que creían que era una batalla para detener la oleada fascista, el gobierno soviético, el supuesto patrocinador de esa batalla y esa lucha, utilizaba el sufrimiento español en negociaciones cuyo objetivo era una alianza con Hitler.

La finalidad de Stalin al pactar con Hitler no era, empero, ni mucho menos, evitar la guerra, sino conseguir que el Tercer Reich y las potencias occidentales se desgastaran en un conflicto previo para, a continuación, poder sacar provecho de la situación e invadir una Alemania ya debilitada, expandiendo la sanguinaria dictadura comunista por toda Europa. El “antifascismo” en el que militó Hessel no representa más que una pieza muy pequeña en este puzzle de política caracterizada por el cinismo, el crimen y el más absoluto desprecio de todos los principios éticos (Koch, p. 157):

Stalin propuso una política dual, en apariencia contradictoria, pero coherente en la realidad. Una vez que Hitler estuvo en el poder, la estrategia de Stalin fue estabilizar sus fronteras orientales dirigiendo la agresión nazi contra las democracias occidentales. De haber guerra, quería que fuese entre Alemania y Occidente, mientras él quedaba al margen del conflicto tras la seguridad de una alianza con Hitler. Parece haber asumido que Hitler sería tan cauto como él. Estaba completamente convencido de que los alemanes jamás se embarcarían en una guerra en dos frentes. Por supuesto que, pese a su considerable admiración por el tirano de Berlín, Stalin no quería que Hitler ganase. Su idea era destruir a Hitler y a las democracias en una tercera guerra mundial que acabaría con la intervención del Ejército Rojo en territorios ya preparados por los servicios secretos y sólo cuando los combates de verdad hubieran cesado. Entonces, él, gángster contra gángster, podría apuñalar por la espalda a un rival ya maltrecho por los combates.

Hitler, perfectamente consciente del doble juego de Stalin, decidió adelantarse y atacarle por sorpresa en 1941, siendo así que el verdadero objetivo del nazismo no eran las democracias occidentales (a las que ofreció la paz en diversas ocasiones), sino la destrucción del comunismo y la creación de un “imperio alemán” en el Este que esclavizaría a los eslavos como “raza inferior”; colonialismo aplicado a europeos que nos escandaliza, pero que Francia, EEUU e Inglaterra ya habían puesto en práctica hasta la náusea con pueblos “de color”.

Hessel en apoyo al partido de Cohn-Bendit.
Con todo lo que actualmente sabemos, la Segunda Guerra Mundial no cabe concebirla como una lucha entre la democracia y la tiranía, la ética y la infamia, según pretendieron hacernos creer los vencedores: fue una lucha entre distintos imperialismos, a cual más opresor e inmoral. Y de esa lucha brotó vencedora la putrefacta clase política actual, amparada en la hegemonía de los Estados Unidos e Israel, con las consecuencias que, pasados sesenta años, los ciudadanos conocemos de sobras (aunque las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, Dresde, Palestina o el gulag, entre otras atrocidades, dejaran claro desde el principio, para quien no quisiera taparse los ojos, lo que podía esperarse de los “antifascistas”). Pero Hessel pretende convencernos de que, pese a la corrupción, pese al crimen y el genocidio que precedió, acompañó y siguió a la victoria de los aliados, esa guerra fue una gesta épica; y que Hessel mismo debe servirnos de paradigma o modelo cívico para enfrentarnos, precisamente, a los herederos políticos de quienes ganaron. Semejante pretensión no puede sostenerse ni un segundo ante una conciencia crítica y bien informada sobre los hechos. Hessel miente. ¡No nos dejemos manipular!

Mimado por los comunistas, Hessel vivió en Buchenwald todo lo bien que se podía vivir en un campo de concentración de cualesquiera de los bandos en conflicto. Cierto es que los miembros de la Resistencia iban siendo liquidados a medida que avanzaba el curso de la guerra, pero lo que oculta Hessel al lector es que la Convención de Ginebra no amparaba a una guerrilla que, sin uniforme, lanzara alevosos ataques sorpresa –o sea, por la espalda- contra tropas regulares. El maquis, a la luz de la legislación militar internacional, estaba compuesto por criminales que podían ser ejecutados inmediatamente sobre el terreno de manera perfectamente legítima. Y así actuaron los aliados con los paracaidistas alemanes apresados que, con uniformes ingleses o americanos, habían precedido a la contraofensiva de la Wehrmacht en las Ardenas destruyendo o anulando postes de señalización y comunicaciones. No obstante, Hessel, espía y así reo de muerte, desconoció el horror en Buchenwald, ese celebérrimo horror del que, según Hessel, sólo tuvo noticias… ¡cuando leyó el libro de Kogon!

El 8 de septiembre, dieciséis de nosotros fuimos llamados a la torre. Balachowski nos confirmó, tres días después, que habían sido ejecutados. Nos ocultó los aspectos atroces del ahorcamiento que había averiguado. Estos horrores, como tantos otros, yo los descubriría tres años más tarde en El estado de las SS de Eugen Kogon, nuestro segundo salvador. Kogon trabajaba también en el barracón 50 con Ding-Schukler (sic), cuya confianza se había ganado. Estaba al corriente de los experimentos in vivo que Ding llevaba a cabo con “criminales”.[7]

La descripción que hace Hessel de su estancia en Buchenwald incluye pasajes como los siguientes:

Escuchaba las noticias de la radio alemana a través de un altavoz. La víspera del bombardeo de Gustloff, París había sido liberado por los Aliados. Una gran emoción. Alfred Balachowski vino a vernos y nos trajo conejo. Estaba rico.

Ignoramos hasta qué punto había que disfrutar de privilegios para comer conejo en Buchenwald, pero, desde luego, no es ésta la imagen que se nos ofrece habitualmente de un campo de concentración nazi. Por lo demás, el propio Hessel compara su destino con el de los denominados Muselmänner, quienes trabajaban hasta la extenuación y cuyo aspecto físico era lo más parecido al de un faquir. Convine no olvidar que en aquellos momentos, centenares de miles de mujeres y niños alemanes eran quemados vivos por los bombardeos incendiarios aliados y, en consecuencia, los nazis no se andaban con chiquitas a la hora de tratar a los prisioneros enemigos. En cualquier caso, quizá por ser privilegiados de los campos, entre los que al parecer se contaba Hessel, podían también organizarse en Buchenwald espectáculos artísticos:

También estaba Hewitt, a quien los SS habían autorizado a montar un cuarteto de cuerda que tocaba Mozart, por la noche, en uno de los barracones. Extraño campo, donde se podía tocar música y escribir tragedias.

Conejo, teatro… Curiosas formas del “horror”. ¡El propio Hessel tiene que reconocerlo, pues la norma canónica de aquello que debe ser, a los ojos del mundo, un Konzentrationslager alemán, no procede de su propia experiencia, sino del libro de Kogon, como él mismo ha admitido! Pero la metodología con que Kogon escribió su obra tiene un carácter tan nauseabundamente político como los criterios que permitieron seleccionar a Hessel para ser salvado del fusilamiento (Kogon, p. 15):

J’espère être parvenu, même sur les points les plus délicats, à dire la vérité toujours de telle sorte qu’elle serve au bien et non au mal.

 Que sirva al “bien” significa aquí: a la causa aliada de Stalin y Roosevelt.

El promotor de la "transgresión" Cohn-Bendit.
Toda una vida como político profesional.
Hessel funcionario de la ONU, diplomático, político

La carrera de Hessel empezó después de la Segunda Guerra Mundial. Una recomendación de la esposa de Roosevelt le permitió formar parte del grupo de redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Sobre Roosevelt ya se conocen algunas exquisiteces morales, como, por ejemplo,  durante la conferencia de Teherán (1943), su aprobación a las propuestas de Stalin de asesinar a 50.000 oficiales alemanes prisioneros. Cuando Churchill manifestó su repugnancia ante semejante sugerencia, Roosevelt respondió:

Como siempre, parece que me toca hacer de mediador en la contienda. ¿Por qué no lo dejamos en 49.500?

Y el hijo de Roosevelt, Elliot, se sumó al coro del crimen de guerra planificado con la siguiente afirmación:

Espero que se ocupen de esos cincuenta mil criminales de guerra, pero ¡que no se olviden de otros varios centenares de miles de nazis!

Roosevelt fue favorable a la aplicación del plan Kaufman/Morgenthau, del que ya hablaremos más abajo, cuya finalidad era el exterminio del pueblo alemán. En una conversación con el ministro del Interior de EEUU a propósito de dicho plan genocida, castraciones y esterilizaciones incluidas, Roosevelt afirmó:

Tenemos que ser duros con los alemanes, y me refiero al pueblo alemán, no sólo a los nazis. También tenemos que castrar a los alemanes de a pie, o cuando menos habrá que tratarles de tal forma que no puedan seguir alumbrando sin más a individuos que deseen continuar por el mismo camino que antes.[8]

Como es sabido, la bomba atómica norteamericana fue construida bajo el mandato de Roosevelt y lanzada sobre el Japón por orden del presidente Truman. Pues bien, Truman heredó un memorándum secreto redactado por Roosevelt y Churchill donde se establecía que “una vez construida la bomba, se podría, después de maduras consideraciones, utilizar contra los japoneses, a los que se advertiría que se repetiría esta acción hasta que se rindieran.” No creemos que se pueda gozar de la amistad de la esposa de Roosevelt inocentemente. Mientras ella promovía la futura Declaración Universal de los Derechos Humanos, su marido, en la habitación contigua, diseñaba políticamente el arma absoluta y redactaba el documento que iba a permitir utilizarla contra decenas de miles de civiles inocentes. La ética no tolera estas ambigüedades. ¿Qué dijo la señora Roosevelt cuando Truman arrojó finalmente el “horror” –este sí, de verdad- sobre las cabezas de las mujeres y los niños japoneses? Agárrense, indignados: “Truman tomó la única decisión que podía”, pues el uso de la bomba era necesario “para evitar el tremendo sacrificio de vidas estadounidenses”. Pero esta afirmación es éticamente insostenible, además de una mentira de hecho: los norteamericanos estaban ya perfectamente informados de que la intención del Japón era rendirse de manera inmediata. El problema consistía precisamente en eso, porque EEUU buscaba poder lanzar la bomba para conocer sus efectos reales e intimidar, de paso, a la Unión Soviética. Por si fuera poco, una vez lanzada la de Hiroshima, y todo ello con el supuesto fin de salvar más vidas americanas, los héroes de la libertad glorificados por Hollywood lanzaron un segundo artilugio mortífero sobre Nagasaki. Eleanor, la amiga de Hessel, legitimó estas atrocidades. A tenor del favor que gozaba de la primera dama, no creemos que Hessel se lo reprochara como merecía... Una vez más, los amigos de Hessel le delatan. Toda su influencia personal procede de dudosos contactos con el estamento político oligárquico, y ello hasta niveles verdaderamente asombrosos. Ora son los criminales comunistas, ora los criminales capitalistas, pero Hessel no deja nunca de beneficiarse de singulares referentes humanos de la “barbarie” del siglo XX. Todo ello, empero, en nombre de unos “ideales maravillosos”, cuya encarnación humana él, como judío de Buchenwald, representaría paradigmáticamente.


Es cierto que Hessel cuenta también con el apoyo de Daniel Cohn-Bendit, el mítico dirigente “rebelde” de mayo del 68 convertido de por vida en funcionario de las instituciones europeas. Pero Cohn-Bendit no es precisamente un dechado de ética, siendo así que en su heroica juventud se dedicó a promover argumentaciones político-filosóficas a favor de las relaciones sexuales entre adultos y niños. Se le considera un legitimador ideológico de la pederastia y ha tenido que pedir perdón por ello (“La Vanguardia”, 22-2-2001):


Veintiséis años más tarde, la hija de Ulrike Meinhof desentierra varias entrevistas y un viejo libro Le grand bazar, publicado en 1975, sin que entonces llamase la atención, haciendo afirmaciones de este tipo: ‘Ocurrió que algunos niños me abrían la bragueta y me hacían cosquillas. Yo reaccionaba de manera diferente según las circunstancias. A veces, les decía a los niños: ¿Por qué no jugáis entre vosotros...? Pero ellos seguían y yo terminaba por acariciarlos’. Cohn-Bendit agrega: ‘Mi ligue con los chavales tomaba, rápido, formas eróticas...’ Estas afirmaciones y comentarios formaban parte de su libro, en el que su autor evoca su aventura personal en los medios ‘contra-culturales’ franceses y alemanes de los años sesenta y setenta, contando, con mucho detalle, sus grandes experiencias y grandes debates en materia de educación y sexualidad, y abogando, con distinto énfasis, en muy distintas ‘liberaciones’. Veinticinco años más tarde, Cohn-Bendit descubre horrorizado, afirma, el ‘alcance’ de sus declaraciones, realizadas, según él, ‘para escandalizar a los burgueses’. Cohn-Bendit sale al paso de cualquier sospecha de pederastia, declarando: ‘Nunca tuve relaciones sexuales con ningún niño. Por otra parte, los padres y los niños de la guardería donde yo trabajaba publicaron una carta abierta en la prensa alemana, insistiendo que jamás hubo la menor sospecha de pederastia. No hay ninguna duda’. El semanario L’Express desentierra hoy esta historia, y pone en boca de Cohn-Bendit esta frase: ‘Sabiendo lo que hoy sé sobre abusos sexuales, siento un remordimiento profundo por haber llegado a escribir y declarar estas cosas...’. Cohn-Bendit intenta explicarse afirmando que, en verdad, muchas de las afirmaciones de su libro Le grand bazar son sencillamente falsas, poniendo como propias ‘reflexiones sobre la sexualidad infantil que corrían entre los grupos contraculturales’. ‘Hoy -concluye Cohn-Bendit en L’Express- todo esto parece horrible e incomprensible. Y quizá lo sea. Pero, en mi libro, es un condensado de las discusiones que sosteníamos padres y educadores en la guardería donde yo trabajaba’.

 
Hessel y Cohn-Bendit son correligionarios del partido Europe Ecologie. Pero un ciudadano indignado nunca aceptaría compartir escaño u opción política con un personaje capaz de semejantes afirmaciones, sobre cuyas consecuencias no basta con disculparse. Quien en edad adulta ha dicho: “podía sentir perfectamente cómo las niñas de cinco años habían aprendido a excitarme” (1976), tiene que dimitir de cualquier cargo público. Pero Cohn-Bendit, muy a la española, no soltó jamás su poltrona y no parece que Hessel se lo haya reprochado. Al contrario, le apoyó públicamente el 9 de febrero de 2011 en la campaña electoral de Europe Écologie. Una vez más, la política pasa por delante de la ética en Hessel. ¿Cuenta este personaje con autoridad moral alguna para tutelar filosóficamente la rebelión de los indignados? Que el lector juzgue por sí mismo.



[1] Hessel, S., Mi baile con el siglo, Barcelona, Destino, 2011, p. 40.

[2] Op. cit., p. 33.

[3]    Traducimos directamente de la versión francesa, pero, para mayor seguridad, hemos confrontado el texto con la versión original (p. 260) y constatado que la francesa es más extensa e incluye detalles que no se encuentran en la edición alemana, pese a lo cual el sentido es básicamente el mismo: “SS Besuche fanden in den Lagern haufig statt. Die Lagerführung entwickelte dabei eine merkwürdige Praxis: einerseits verschleierte sie die Zusammenhänge, anderseitszeigte sie besondere Schaustücke. Einrichtungen, die auf Marterungen der Häftlinge hinweisen konnten, wurden bei den Führungen übergangen, derartige Gegenstände versteck. So kam zum Beispiel der berüchtige „Bock“, wenn er auf dem Appellplatz stand, so lange in eine Wohnbaracke, bis die Besucher wieder gegangen waren. En la versión francesa se encuentra la siguiente precisión, ausente en la alemana: Une fois, semble-t-il, on oublia de prendre ces mesures de prudence : un visitant ayant demandé quel était cet instrument, l’un des chefs de camp répondit que c’était un modèle de menuiserie servant à fabriquer des formes spéciales. Les potences et les pieux auxquels on pendait les détenus étaient également rangés chaque fois.

[4]    Versión francesa: Les directions des camps n’étaient pas capables d’exercer sur des dizaines de milliers de serfs un contrôle autre que purement extérieur et sporadique. Elles ignoraient ce qui se passait réellement derrière les barbelés. Versión alemana (p. 280) : Die Lagerführungen waren nicht imstande, Zehntausende von Unterjochten anders als rein äuBerlich und durch plötzliche Eingriffe zu kontrolieren. Was hinter dem Stacheldraht wirklich vorging, blieb ihnen verborgen.

[5] Traducimos al castellano: “(…) en Buchenwald, Kogon pasó parte de su tiempo trabajando como oficinista para el doctor Erwin Ding-Shuler, quien lideraba la sala de experimentación del tifus del campo. Según las propias declaraciones de Kogon, fue capaz de desarrollar una relación que bordeaba la confianza con Ding–Schuler después de convertirse en su oficinista en 1943. A partir de entonces, tenía con él conversaciones sobre asuntos familiares, la situación política y el frente. De acuerdo con Kogon, gracias a su influencia con Ding–Schuler, fue capaz de salvar la vida de muchos prisioneros, incluido Stéphane Hessel, cambiando sus identidades con aquellos que habían muerto de tifus. A principios de abril de 1945, Kogon y el jefe de enfermeros prisioneros de la sala de experimentación con tifus, Arthur Dietsch (sic) supieron por el propio Ding-Schuler que sus nombres estaban en la lista de 46 prisioneros que los SS querían ejecutar inmediatamente antes de la esperada liberación del campo. Ding-Schuler salvo la vida de Kogon al final de la guerra escondiéndolo en un cajón de embalaje y sacándolo ilegalmente de Buchenwald.

[6] Hessel, S., Mi baile con el siglo. Memorias, Barcelona, Destino, 2011, p. 100.

[7] Hessel, S., Bailando con el siglo, op. cit., p. 99.

[8] Reagan, Geoffrey: Guerras, políticos y mentiras. Cómo nos engañan manipulando el pasado y el presente, Barcelona, Crítica, 2006, p. 45.


viernes, diciembre 28, 2012

El lenguaje antifascista en la prensa. (1) Arcadi Espada

 Arcadi Espada, el periodista y la verdad.














Que las democracias liberales de occidente hayan heredado el lenguaje antifascista acuñado por Stalin sin ningún tipo de vergüenza o escrúpulo moral tuvo y tiene sus consecuencias, muy concretas, en la vida cotidiana de las personas, aquí y ahora. No se trata de una mera cuestión política o filosófica, y menos en España, donde hasta hace bien poco una banda terrorista asesinaba a nuestros conciudadanos y apelaba al antifascismo para justificar sus atrocidades. Cuando un hombre ingresa en prisión porque la palabra de la mujer presuntamente maltratada ostenta valor probatorio y ya no es menester investigar o verificar nada más, estamos también ante el antifascismo, en este caso una versión feminista (falofascismo) del mismo código que, salvando las distancias, inspirara en su día las pesadillas utópicas de Pol Pot. Cuando un fiscal de una supuesta "democracia" considera que es menester vigilar de forma continuada a un grupo de ciudadanos caracterizados por su ideario político,  a procesarlos incluso por sus meras opiniones ("fascistas", claro), ésta es también una forma maquillada pero letal del antifascismo espiritualmente oriundo de la cheká. Cuando un trabajador, al que el dumping de desleales competidores extranjeros ha privado de su sustento económico, se manifiesta contrario a la política de flujos migratorios liberal y es criminalizado como racista y xenófobo, el antifascismo hace otra vez acto de presencia en nuestro día a día: las colas de la INEM y el silencio asustado de los parados (temerosos de ser acusados de "fascistas" si expresan abiertamente sus ideas al respecto) son "antifascismo". Cuando grupúsculos antisistema -financiados por el ayuntamiento- sabotean un acto electoral legal golpeando e injuriando a sus organizadores y la policía municipal observa impasible o pretende incluso cachear a las víctimas por si esconden una pistola (basado en hechos reales), el "antifascismo" nos ha hecho una visita. Cuando ante las fechorías de los corruptos políticos "democráticos" se nos muestra la imagen de "Auschwitz" para restar importancia a cualquier delito que éstos puedan cometer, incluidas cosas tan "insignificantes" como la bomba de Hiroshima, estamos también sufriendo las consecuencias estupefacientes, idiotizantes y moralmente embrutecedoras del antifascismo, que nos quiere esclavos sobre todo en la mente, ya sea a nivel emocional, ya a nivel intelectual. El antifascismo es un sistema de valores, lingüísticamente articulado, omnipresente en nuestra sociedad: en el trabajo, en la familia, en la cultura y la educación, en el ocio (películas y documentales constantes sobre el Holocausto)... Sólo hay que saber detectarlo para tomar conciencia de la penosa, repetitiva, machacona realidad virtual de la propaganda comercial, política y cultural "antifascista". Una vez comprendidas las claves simbólicas del lenguaje antifascista, su ubicuidad provocará en nosotros un sentimiento de asfixia y la certeza de vivir encerrados en una prisión ideológica sin muros. El antifascismo es el derecho a amenazar, insultar, desprestigiar, marginar, criminalizar, maltratar, torturar, destruir o asesinar incluso, según los casos, lugares y circunstancias históricas, a una persona tildada de "fascista" por quienes tengan la posibilidad de convertir tal imputación en una fáctica restricción de libertades. El objeto arquetípico de la violencia antifascista de cualquier signo es hogaño, en Cataluña, un varón blanco, adulto, de clase trabajadora, nivel cultural medio (con sentido crítico) y castellanohablante. Detéctase el antifascismo autóctono en las derechas y en las izquierdas, en lo catalán y en lo español: nadie espere hallar refugio alguno dondequiera que pervivan los partidos o instituciones del dispositivo oligárquico de poder mundial cuyo centro es Wall Street; sea cual fuere el lugar "oficial", allí están "ellos"... La veteromodernidad, como judeocristianismo secularizado, se consuma en el antifascismo actual. No avanzamos o "progresamos" hacia el "paraíso", sino que ahondamos en este mundo regimentado, opresivo, bajo el control de una oligarquía filosionista transnacional y transversal de criminales genocidas. Todos nosotros vivimos en la época antifascista y podemos convertirnos -aunque unos más que otros, ciertamente- en sus víctimas a medida que la legislación "políticamente correcta" vaya creciendo, organizándose tanto a escala planetaria cuanto reticular local, e introduciendo sus tentáculos, como un gigantesco pulpo cósmico, en cualesquiera espacios de nuestra existencia, pública o privada. 

El lenguaje antifascista en la prensa

En su ensayo Diarios (2003), Arcadi Espada analiza el lenguaje de la prensa que informaba sobre los antentados de ETA. Aunque Espada no llega a comprender nunca que el lenguaje utilizado por los periodistas no es más que una variante gremial del código simbólico que, como demostraremos, el sistema oligárquico en su conjunto y, por ende, el propio Espada volis nolis, utilizan para "interpretar" y manipular la realidad, el simple hecho de poner la lupa sobre determinados artículos de prensa y sajar las preposiciones, los pronombres, la sintaxis y la semántica de cada línea, con paciencia de artesano textual, es un ejemplo de lo que podríamos denominar "filosofía crítica aplicada", y una contribución o complemento "analítico" a discursos críticos más "sintéticos" o globales -en los que hemos abundado en este blog- sobre el significado de la ideología antifascista.

Veamos a continuación cuál es el método de Espada, porque así aprenderemos a hacerlo "nosotros solos" en contextos distintos a los del terrorismo etarra (pues que, afortunadamente, ETA ha dejado de matar, como poco de forma provisional, pero sigue ahí como una llaga abierta que plantea infinidad de interrogantes a nuestra sociedad). 
 
Así, según Espada, en la prensa de la democracia española los terroristas de ETA eran identificados siempre con términos como "jóvenes, agresores, autores, un grupo armado. Nunca terroristas ni asesinos" (op. cit., p. 169). Se podían encontrar titulares del tenor siguiente: "dos certeros disparos acaban con la vida...". Parece asombroso pero los periodistas antifascistas (o sea, casi todos) redactaron frases que implicaban valoraciones elogiosas como la buena puntería de los etarras; o se preocupaban por el estado de salud de un terrorista tiroteado por subhumanos ultraderechistas: "sigue la mejoría de Peixoto. (...) es posible que salve la vista" (op. cit., p. 170).
 
Pero la cosa no terminaba aquí. Los periodistas antifascistas concibieron sus artículos de manera que los crímenes de ETA quedaran justificados por las excelentes y convincentes razones que siempre ha esgrimido el antifascismo, a saber, la defensa de alguna utopía paradisíaca de amor, fraternidad, felicidad, dicha y hasta orgasmos constantes asegurados (Wilhelm Reich, Herbert Marcuse). En efecto, tras una hazaña etarra eran frecuentes apreciaciones como la siguiente: "la víctima estaba considerada, en algunos sectores del pueblo, como confidente de la Guardia Civil" (op. cit., p. 171). El fragmento citado procede de un artículo del 28 de enero de 1979, fecha en la que ya existía la "democracia" en España, al menos para los políticos o, por ejemplo, los directores de diarios (incluso si habían colaborado con el franquismo, como era el caso de Polanco), pero no, por ejemplo, para los guardia civiles, policías o funcionarios de prisiones, los cuales podían seguir siendo considerados "fascistas" y, por tanto, razonablemente liquidados en nombre del "libertad humana". 

Según Arcadi Espada, la legitimación del asesinato era un "estrambote" periodístico que nunca podía faltar en esos casos. Y añade: "funciona muy bien como tiro de gracia" (op. cit., p. 171). La víctima de los etarras era rematada "moralmente" por el periodista "demócrata". Para los terroristas, este tipo de información o deformación fue durante décadas una suculenta y gratuita mina de propaganda cuya naturaleza antifascista no puede poderse en duda a poco que analicemos de cerca, fragmento a fragmento, las canalladas que llegaron a escribirse in illo tempore. 

Se refiere Arcadi Espada, en este sentido, al "círculo" del que los periodistas obtenían la información "justificadora" del asesinato, del sacrificio ritual cotidiano del "fascista" ante el altar de la Felicidad Colectiva. Esos círculos eran, ex hiphotesi, los del entorno abertzale, es decir, los cómplices políticos (y no sólo políticos, como sabemos hoy a ciencia cierta) del "grupo armado". No obstante, la obscenidad del hecho era sistemáticamente ocultada, u obviada, por el periodista, quien consideraba fuente legítima de información dichos círculos a pesar de que se tratara, en pocas palabras, de voces oficiosas de los propios terroristas. 

Casi no vale la pena ocuparse de círculos. Aparece en todos los periódicos, en todas las muertes. Apesta. ¿Quiénes los formaban, los círculos? ¿Cómo se hablaba con ellos? ¿Qué crédito tenían? (op. cit., p. 173).
El 29 de abril de 1979 la prensa "informa" de otro atentado: "en círculos políticos de Durango se le consideraba confidente o amigo de miembros de la Guardia Civil" (op. cit., p. 174). Si eras "amigo" de un guardia civil, eras "fascista" por contacto estigmatizador con el paria subhumano y se te podía matar. Estaba justificado por la utopía que ETA y PRISA compartieron en indecente revolcón (como Roosevelt y Churchill con Stalin, no lo olvidemos). Le han "ejecutado", ¿por qué? Por "fascista". ¿Cómo? Era "amigo" de un fascista, es decir, de un guardia civil.  
Los "fascistas" respondían a veces. Fue el caso de un atentado en un bar frecuentado por abertzales. El 12 de junio de 1979 la prensa "informa": "pocas personas dudan en Zarauz en atribuir el atentado a bandas fascistas". Observa Espada que cuando la prensa habla de ETA la identifica formalmente como grupo armado. Pero si los "fascistas" (=las víctimas) se revuelven y matan a su vez, estamos ante "bandas". La palabra, el término, co-implica ya todo un sistema de valores: "Es notorio que por el momento solo se lo aplican a los fascistas" (op. cit., p. 174). 

Los terroristas atentan contra una central nuclear y "fallece" un trabajador. ETA puede emitir su nota de prensa y publicar su versión, que es reconocida por el diario como cosa evidente y comprensible de suyo (algo que, añadimos nosotros, dificilmente se aceptaría en el caso de Pedro Varela, encarcelado por vender libros): "la muerte del trabajador se debio a motivos imprevisibles" (op. cit., p. 175). Comenta Espada:
 
Ese periodismo permite que alguien ponga una bomba en un edificio, mate a un trabajador y diga que la muerte se debió a motivos imprevisibles. (...) El viaje al eufemismo es fascinante: acción armada, expresión muy utilizada por los periodistas de la época, me parece hoy a mí, una atenuación visible de asesinato.


Pero quizá la más significativa contribución de Espada al análisis del antifascismo en el texto periodístico es su teoría de la perspectiva, es decir, la incapacidad del periodista antifascista de ver las cosas desde el lado de la víctima, de quien era ejecutado en calidad de "fascista", o sea, por ser X o Y, algo que vulnera todos los principios del derecho liberal. Así, en el caso del comerciante chileno Héctor Abraham, leemos en la prensa el 20 de junio de 1979: "Herido de muerte... trató de refugiarse detrás del mostrador, por lo que fue rematado por los agresores" (op. cit., p. 176). Espada no se sorprende en esta ocasión ante las múltiples exoneraciones doctrinales con que el diario "explica" el "fallecimiento" del fascista en una "certera" "acción armada" perpetrada por "jóvenes", sino sólo ante una preposición, la preposición por en la frase "por lo que fue rematado por los agresores". Espada dixit:
Por lo que fue rematado, Héctor Abraham. !Encima quería escapar! "Donde fue rematado". Esto es lo que escribiríamos los que quisiéramos haber escapado con él. Es la diferencia entre escribir desde el lugar del verdugo o desde el lugar de la víctima. El verdugo busca causas: Pinochet, o la amistad con guardias civiles, o la intolerable búsqueda de refugio. La víctima expone los hechos. No comprendo cómo les resulta tan difícil a algunos decidir el lugar donde trabaja el periodista (op. cit., p. 177).
Pues nosotros sí lo comprendemos, señor Espada. Y usted debería también comprenderlo. Mas en ese caso, comprenderá usted también que hay 100 millones de personas exterminadas en el siglo XX acusadas de "fascistas" y que lo definitorio de la "democracia" es su incapacidad (reflejada sólo sutilmente en los artículos de prensa citados) de colocarse en la perspectiva de las víctimas, pues una víctima fascista no puede existir, el término designa una contradictio in adjectio (como "círculo cuadrado") que hace estallar desde su interior el código simbólico antifascista. 

No seguiré con los ejemplos. Recomiendo simplemente la lectura del excelente libro de Espada. 

Me interesa, a continuación, poner la lupa no ya sobre los textos periodísticos que Espada analiza, sino sobre el propio discurso de Espada, para demostrar que la cosa del terror anida ya en él mismo y el crítico ni siquiera se da cuenta, siendo así que el antifascismo se desliza silenciosamente, como hemos visto ya en otras ocasiones, hasta el fondo del alma y apodérase de ella sin que ésta sea ya consciente de su servitud. Espada ha detectado la preposición por como significativa identificación sígnica de una perspectiva delatora, yo me basaré en una determinada construcción sintáctica que responde, en el interior de la propia crítica de Espada, a la pregunta planteada más arriba: "no comprendo cómo les resulta tan difícil a algunos decidir el lugar donde trabaja el periodista". Pues sí, es muy difícil, visto que incluso Espada sigue viendo las cosas desde el lado de los verdugos, aunque no lo sepa, aunque no sea consciente de ello o no quiera serlo, que de las distintas capas de la cebolla de eso que Sartre denominaba "conciencia" ha hablado mucho Heidegger, y con provecho.

También Espada
 
En efecto, en la página 172 de su ensayo, y a propósito de una noticia del 7 de marzo de 1979, confiésase a la postre el Espada antifascista:
Llevo más de dos meses de crímenes. Aún no he encontrado que a sus autores los llamen terroristas. Todas las crónicas insisten en autores, jóvenes, comando, agresores y otros del mismo tipo. Veinte años después es difícil entenderlo. El terrorismo y los terroristas se han convertido en sujetos tan objetivables que casi los propios terroristas admitirían ser llamados así. Entonces no, es evidente. Entonces se gritaba Vosotros, fascistas, sois los terroristas, con lo que se pretendía librar de la carga ignominiosa al resto de los criminales.

Mi microscopio filosófico se colocará encima de una palabra que da sentido políticamente correcto -pero falso y criminógeno- a la última frase, a saber, el sustantivo "resto". Tal como está construida la oración, existirían unos criminales, los fascistas todos, y el resto, es decir, los criminales que no son fascistas. Aquello que queda claro por el texto es que los fascistas son criminales per definitionem. Por ejemplo, un joven de 18 años que se afilíe a la Falange, aunque no cometa ningún delito, es ya un criminal en el mismo momento en que firma su ficha de inscripción. Hete aquí la respuesta a la pregunta planteada por el propio Espada. Pues visto que la categoría "fascista" es tan flexible que cabe aplicarla a cualquiera que resulte así designado por los antifascistas y, en general, a personas que no han cometido formalmente crimen alguno (las cuales pasan a ser ipso facto delincuentes en tanto que "fascistas"), ETA podía creerse autorizada a ejecutar a quien "la sociedad" calificara de fascista empleando esa sinonimia (fascista=criminal) que el mismo Espada admite como legítima e incorporada al lenguaje común, natural, cotidiano...


La vulneración del derecho por donde comienzan todos los terrorismos y totalitarismos hunde sus raíces en ciertas definiciones y connotaciones semánticas. Si aceptamos las de Espada, partidos legales como las falanges y todos aquellos que el poder de turno -verbi gratia, el fiscal Aguilar- quiera calificar de fascistas, están formados por presuntos "criminales sin delito", es decir, por víctimas potenciales de todos los abusos imaginables. Pero el derecho penal garantista, del que emana el significado ilustrado y racional de la transgresión punible, no acepta criminalidades genéricas, sino sólo a título individual y por actos efectivamente cometidos. Nadie puede ser criminal simplemente por identificarse con una determinada ideología política, ni por caracterización alguna de su ser. Cuando se acepta semejante ofensa del sentido jurídico inherente concepto democrático de criminalidad, una banda terrorista puede arrogarse todas las impunidades simbólicas con el aplauso de la "opinión pública" fabricada por los Polancos de turno. De hecho, esa complicidad de la sociedad antifascista con los verdugos, mil veces probada en el caso del comunismo y del sionismo, es la golosina que atrae a los antifascistas, quienes acarician, en su sueño más recurrente, una gozosa situación donde puedan atormentar y exterminar gratis a los chivos expiatorios de sus frustraciones personales y, al mismo tiempo, no sólo sentirse justificados ante el totem hedonista moderno, sino elevados a la categoría de héroes. Que el propio Arcadi Espada incurra en la cifra semántica de aquello que critica a lo largo de decenas de páginas de su ensayo no nos debe, empero, extrañar demasiado. Sólo documenta la profundidad en que recala el significado de la ideología antifascista, seña de identidad del hombre contemporáneo, del mezquino habitante secular -tan orgulloso de sí mismo- en cuyo nombre se han perpetrado los mayores genocidios de la historia humana, sin que ello haya motivado, no ya una reacción punitiva contra los responsables penales del horrendo factum, sino ni siquiera la más mínima reflexión honesta de los "profesionales" del pensamiento.

La Marca Hispànica
28 de diciembre de 2012

Nota. Se ha utilizado la edición de Diarios "corregida con postdata" de 2003, pero la obra fue publicada un año antes y galardonada con el Premio Espasa de Ensayo 2002.