lunes, enero 06, 2014

La extrema derecha que gobierna el mundo (1). Esquema básico

Racista supremacista y mestizo universal: las dos caras del discurso oligárquico encarnadas por Netanyahu y Obama.












¿Extrema derecha? Sí. A pesar de los repetidos y hegemónicos discursos según los cuales la ultra tiene un carácter residual, minoritario, extravagante y poco menos que enfermizo, en realidad la extrema derecha es la fuerza política que -con escasas resistencias- gobierna el hemisferio occidental todo.

Ahora bien: ¿de qué "extrema derecha" estamos hablando? Ésa es la cuestión. Las distintas ultras forman en general un conjunto de suma cero. Esta afirmación es perfectamente comprensible: basta echar un  vistazo a la historia de las naciones europeas, que es también la historia de su mutua o recíproca destrucción. Europa se suicidó. Las ultras forman un campo ideológico unitario y a la vez desgarrado, cuyos elementos sólo pueden co-existir excluyéndose mutuamente. Pero, hay que añadir: y, a la postre, suprimiéndose a sí mismos. Es el caso de EEUU y de las burguesías locales apátridas, americanizadas desde la posguerra: obedecen voluntariamente a Israel.  

Primera característica. Cada miembro del conjunto incluye un rasgo  o característica de negación de todos los demás. Sea el conjunto  (a, b, c), la definición de (a) es (no-b, no-c); la definición de (b), (no-a, no-c) y la definición de (c), (no-a, no-b).

Segunda característica. Nuestra tesis es que (a), (b) y (c) se definen también respectivamente como (no-a), (no-b), (no-c) o por un rasgo/característica de auto-negación. Es la comunión o la comunidad eclesial en Cristo sostenida por todos los ultraderechistas conservadores.

Veámoslo.  

La ultraderecha cristiana como autosupresión de las naciones gentiles

Por supuesto, el conjunto C (C=ultraderechismos) cuenta con cientos de elementos, digamos (e), tantos como naciones, no únicamente tres, pero la formulación de los mismos se basaría siempre en la réplica del mismo "modelo". La impotencia de la oposición nacional a la oligarquía mundial pasa por la reducción arbitraria de los nacionalismos a racismos y ultraderechismos de suma cero.

Y, sin embargo, obsérvese: hay una extrema derecha que "gobierna el mundo". ¿Cómo puede hablarse entonces de suma cero? ¿No tenemos un saldo positivo de poder en provecho, precisamente, de los dominadores? ¿Cuál es la explicación de este misterio, es decir, el "misterio del fascismo"?

Hete aquí su estructura lógica.

La extrema derecha imperante, que denominaremos(s)(=sionismo) es "(anti)fascista". Y esto significa, en primer lugar: como cualesquiera otros de C, (s) se define por la negación uno a uno de todos los elementos del conjunto que a su vez (=antisemitismo) la niegan.

La sinergia -recíprocamente anulada- de las ultraderechas del planeta y por ende de la gentilidad (g), aquello que se entiende despectivamente -en la política, los medios de comunicación y el "mundo de la cultura" oficiales- por "extrema derecha" (=fascismo, nazismo, antisemitismo = el mal absoluto), se reduce a lo mismo que el poder oligárquico. !Tal es la sorpresa con que tópase uno al ahondar en los resortes básicos de las ideologías ultraderechistas "gentiles"! No existe de facto una crítica ultraderechista de la oligarquía, pero tampoco podría jamás existir, porque la ultraderecha no es más que un proyecto fracasado de oligarquía.
O en otras palabras: nada hay, con una sola excepción, en el nacionalismo judío de extrema derecha que difiera fundamentalmente de los ultraderechismos cristianos. Aquéllo que distingue a la ultraderecha hebrea de todas las ultraderechas occidentales gentiles es: éstas han sido derrotadas, aquélla manda y define las reglas del juego, el vocabulario, los valores, las connotaciones simbólicas en las que se articula el espacio público. Pero esto no ocurre por casualidad o por los azarosos resultados de la lid, sino porque necesariamente tenía que suceder así a tenor de la estructura lógica del código simbólico impuesto por el judeocristianismo.  


Racismo cristiano-gentil: David Duke
o la estupidez ultra personificada.
La ultraderecha gentil como negación de la nación

La comprensión de dicho fenómeno pasa de forma necesaria por la definicíón doctrinal e histórica del cristianismo, religión universalista de procedencia judaica que promueve a un dios inmigrante destinado a regir "las naciones".

Así, cada elemento (e), excepto uno, a saber, (s) (=sionismo), no sólo es negación de los demás, sino, también, como ya hemos señalado, autosupresión. Aquél, (s), deviene hegemónico porque, frente al resto, afírmase netamente en su propia identidad. O sea, vocifera sin enrojecer de vergüenza: "somos el pueblo elegido". El misterio del(anti)fascismo entraña la unidad dialéctica de esta dicotomía (fascismo y antifascismo) que posibilita el dominio de todas las naciones "gentiles" desde dentro a partir de su mismísima afirmación y autosupresión simultáneas en un conjunto de suma cero.

Porque al "afirmarse", las ultraderechas gentiles afirman a la par a "Jesús" y a la iglesia de Saulo de Tarso, es decir, afirman su propia negación en tanto que naciones.

El concepto "extrema derecha" (="fascismo") ha sido acuñado por una -y muy singular- de las ultraderechas, precisamente la imperante -que nunca aparece caracterizada en cuanto tal: se habla por lo general de ultraortodoxos, no de "nazis" judíos, contradictio in adjectio dentro del código simbólico de la jerigonza oligárquica-, a efectos de neutralizar, estigmatizar y doblegar hasta la disolución las naciones de la gentilidad, cortocircuitadas en el bucle lógico
denominado "antisemitismo cristiano"; las "contradicciones" y "negaciones" representan para aquélla y a día de hoy las ultraderechas de esas mismas naciones (gentiles) negadas, las cuales, a su vez, e insisto en subrayarlo, lo son doblemente: respecto de sí mismas (como creyentes en un dios judío, ergo extranjero) y respecto de las demás (como remedos de un "pueblo elegido" genocida del resto de los pueblos). 

Conviene no olvidar este último punto, clave de todo el asunto.

Las ultraderechas no pueden aliarse contra el "enemigo común" porque reproducen unas respecto a otras las pautas racistas y supremacistas inherentes a la idea de un pueblo escogido por dios para dominar a todos los demás. El caso del nazismo es aleccionador: el fracaso del Tercer Reich se resume en su incapacidad para tratar en pie de igualdad y con dignidad de naciones al resto de los pueblos de Europa. La política de Alemania con los ucranianos decide el destino de la Segunda Guerra Mundial. Un racista cristiano, Erik Koch, hace más en favor de la causa "aliada" que la totalidad del ejército rojo subvencionado por Wall Street. La derrota alemana es política antes que militar. Es un fracaso ideológico.

Y lo peor: Auschwitz, el antisemitismo en su conjunto, forman parte de la agenda ultraderechista judía.

Las ultraderechas no pueden tampoco, una a una, combatir al sionismo de frente, porque adoran a un dios inmigrante procedente del otro lado y, en última instancia, se han maldecido y abortado ab ovo como naciones en el acto mismo de constituir su identidad nacional. Véase los Estados Unidos, arquetipo de la pseudo nación "cristiano-gentil" sin otro imaginario sustentador que la Biblia. (Una "nación", la americana, que trabaja consciente y voluntariamente para Sión, es decir, al servicio de otro pueblo y funciona como espada multirracial para aplastar al resto). Pero también España, esclava de la catolicidad, era sierva de "la Iglesia". La "autonegación" de la nación en la "comunión del pueblo de Dios" opera desde el seno del discurso ontoteológico monoteísta y no hace otra cosa que afirmar sus valores (connotaciones) fundamentales. El islamismo radical sería el ejemplo actual más instructivo de religión judaica antisemita. El musulmán lucha contra Israel para afirmar a Yahvé -el dios de Abraham- y ésta es la mayor victoria espiritual de la extrema derecha oligárquica, ante la cual las ultraderechas "gentiles" nativistas deambulan completamente ciegas, confusas, refutadas y derrotadas de antemano.

Algo igualmente, de mayor trascendencia, si cabe, y posiblemente más desastroso por sus consecuencias a lo largo de la historia occidental, es la idea de la guerra santa. La idea de un dios que lucha en favor de su pueblo contra sus enemigos proviene del período más primitivo de la historia de Israel, y ha dado pie con su influencia sobre judíos, cristianos y musulmanes para legitimar diversos movimientos de violencia internacional, intercultural e interreligiosa hasta la actualidad. (Trevor Ling, Las grandes religiones de oriente y occidente, t. I., Madrid, Itsmo, 1972, p. 46).

La ultra sionista, en cambio, no se niega a sí misma; no adora a un dios-otro, sino a la nación judía como tal. Yahvé significa, efectivamente, la judeidad personificada: el nosotros absoluto. ¿Por qué los presuntos "patriotas" americanos, alemanes, franceses, ingleses, españoles..., póstranse empero ante la encarnación -Cristo- de una patria otra, declaradamente supremacista y hostil?

Milton Friedman: la
máquina financiera de  
exterminar naciones.
La impostura neoliberal

De ahí también la aparente duplicidad alevosa -y estructuralmente mendaz- de la ideología oligárquica:

  • *por delante liberalismo, izquierda, derechos humanos, democracia, progresismo, antifascismo, relato de la Shoah, racionalidad, cientificidad, etcétera;
  • *por detrás, ultranacionalismo (sionista), derecha, racismo, supremacismo, colonialismo, oligarquía, genocidio, capitalismo, liberticidio, manipulación y oscurantismo religioso.

La unidad de "fascismo" y "antifascismo", (anti)fascismo, esencia del dispositivo de dominación sionista, no es ninguna abstracción filosófica que acabe de fantasear en una tarde de ocio, sino la fórmula que resume el corazón batiente de la realidad histórica contemporánea desde el año 1945.

http://nazismosionismo.blogspot.com.es/2012/03/introduccion-nazismo-y-sionismo-las-dos.html

El elemento (s) (=sionismo) no forma, pues, parte de C sino como negación del conjunto C en bloque. Es la suya una pertenencia "dialéctica". El sionismo se define en los términos de la ideología "antifascista", léase: como (no-C), donde son C todas las impotentes ultras gentiles. No se incluye el sionismo, perteneciéndole en cambio en el sentido más radical, dentro del conjunto "extrema derecha" (C). Mejor dicho: el elemento (s), para expresarlo en términos antropológicos, entra y sale del conjunto C según sea (s) en la perspectiva emic o (s) en la evidencia racional (perspectiva etic) el criterio que defina la situación. El predominio de la versión judeocéntrica de los hechos frente a la verdadera y científicamente documentable forma parte de los atributos y privilegios de la dominación sionista. El lenguaje oligárquico es un discurso emic (tribal) convalidado de facto como discurso etic (verdad universal). Y quien cuestione esta "verdad" obligatoria, impuesta por ley, va a la cárcel o como poco padecerá el ostracismo laboral, político y social.

Se equivocan quienes piensen que esta formulación pretende presentarse con el rango académico de una teoría. Intentamos una metáfora matemática, con fines propedéuticos, para interpretar la soterrada hegemonía de la ultraderecha en un mundo donde ese mismo vocablo tiene, empero, un significado peyorativo, cuando no infamante. ¿Cómo se explica así la impunidad del racismo supremacista de Sión? ¿Cómo puede Israel conceptuarse en términos de "progreso", "desarrollo", "humanismo", etcétera, cuando comparte todas las características de C?

Las naciones permanecen atrapadas en la telaraña de sus respectivas ultraderechas cristianas e izquierdas antifascistas cristiano-secularizadas. La derecha patriótica se niega a sí misma, y con ella a la nación "gentil" del caso, en "su" dios hebraico. Pero la izquierda no necesita siquiera negar la nación porque la sustancia del izquierdismo oligárquico es ya el "antifascismo" a secas, que forma por definición un bloque con los intereses del nacionalismo radical judío.

¿Nuestra identidad? El cristianismo
o la máquina religiosa de
exterminar naciones.
La izquierda marxista es, en efecto, judeo-cristianismo secularizado y, por ende, consumado, esencialmente a-nacional. El internacionalismo progresista articula el último estadio -"laico" (¿?)- de la catolicidad (concepto procedente del griego katholon = universal). Derecha e izquierda son sólo distintas etapas de un proceso histórico que va del catolicismo al liberalismo y de éste al internacionalismo cosmopolita ácrata (de izquierdas).

¿Quién, pues, aboga realmente por la nación gentil, por el pueblo, por las gentes? Nadie. Hete aquí la oscura y oculta raíz de esa orfandad experimentada entre los "ciudadanos" respecto de sus políticos oligárquicos desnacionalizados (de derechas o de izquierdas). Las naciones fueron tiempo ha abandonadas a merced del dios de Israel. A un lado y otro del espectro dominan las claves ontoteológicas judaicas. O Esdras o los profetasO Cristo (derecha) o Marx (izquierda).

Las naciones (gentiles) no pueden afirmar su soberanía y particularidad irreductible; si lo hacen ingresan en el código simbólico que las estigmatiza como "fascistas" (=anticristo). Y este lenguaje, el antifascismo, asiéntase en dos pilares entorno a los cuales el ir y venir de los "ciudadanos" consolida una única opción de valores. La población ha interiorizado la jerga presuntamente "humanitaria": el estigma de "racista", "nazi", etcétera, aplícase ante todo a cualquier signo que identifique la comunidad nacional como valor supremo, por encima de "el hombre". Pero ese "hombre" es el judío dios, léase: la "persona" sujeto de derechos, el individuo, que en cada nación representa al extranjero enculturador, al oligarca, firmemente adherido, en cambio, a su identidad-otra (que debe ser respetada). Las raíces nacionales resultaron a la postre envenenadas por el lento e imperceptible goteo de una fe milenaria, la cristiana, que colonizó los pueblos europeos y occidentales hasta disolverlos en el individualismo cosmopolita del "yo inmortal". La comunidad nacional fue traicionada a cambio de una fábula indecente: la vida eterna del "ego-yo".

Excepto Israel. Porque Israel, en este aspecto básico, sí es realmente un pueblo. E "inmortal" en calidad de pueblo (no de individuo); Israel se autoafirma como tal en la nación y en el estado (Estado de Israel); incluidos aquí no sólo la lengua y la cultura, sino nada menos que los genes, la herencia, la sangre, es decir, aquello que fuera rigurosamente prohibido a todos los demás "pueblos", "naciones" y "estados" del hemisferio "cristianizado" por la Roma espiritualmente conquistada (katholon). La iglesia es la comunión genocida sustitutoria de la comunidad nacional pagana originaria; Cristo encarna ese "pueblo cosmopolita apátrida" que, por encima de las naciones, favorece la "hermandad" (=mestizaje) entre unos individuos-masa atomizados, aislados, egoístas, obsesionados sólo con la idea de su "salvación"... El mercado mundial (neo)liberal y "progresista" consuma, en la modernidad y con una vida centrada en el negocio privado, el proyecto (que no un plan o "conspiración") iniciado milenios atrás por Saulo de Tarso. Mientras tanto, Tel Aviv mantiene vigente el ius sanguis.

Filosofía: la tradición
europea enterrada bajo el
imaginario bíblico.
Las tareas de la filosofía crítica

FILOSOFÍA CRÍTICA, en esta nueva singladura a que nos obliga en España la creciente represión antipatriótica, pretende esbozar los fundamentos teóricos de la lucha contra la oligarquía occidental.

Es ésta, sin embargo, una resistencia de las naciones contra la extrema derecha. No puede apoyarse, para tal singular combate, en el tipo de conceptos que tanto la propia oligarquía cuanto sus presuntos adversarios (las ultraderechas no-sionistas) abrigan, abierta o encubiertamente, a fin de interpretar el universo y la historia de acuerdo con los letales intereses de Yahvé.

La extrema derecha, el racismo, la ultra católica y todo aquello que se ha presentado hasta ahora como "patriotismo radical", es para nosotros -en el mejor de los casos- quincalla ideológica y el principal obstáculo para articular una defensa coherente y eficaz de la nación patria.

FILOSOFÍA CRÍTICA tampoco puede, por otro lado, caer en la trampa que le tiende el discurso liberal-progresista, forjado para desarmar moralmente a las naciones gentiles frente a un mundialismo apátrida que es en verdad el rostro maquillado e invertido del más horrendo racismo exterminador. Condenamos por principio la retórica con que preténdese criminalizar como tales los nacionalismos (osen o no "rivalizar" con las ínfulas seculares del "pueblo elegido") en nombre de presuntos "derechos del individuo" y ficciones liberales o ácratas similares. El pueblo es la nación, una comunidad, los famosos "ciudadanos" pertenecen ya al universo cristiano-burgués de la society capitalista.

En consecuencia, aunque debemos, por imperativo legal, acatar el código penal español, nuestra condena del racismo, del supremacismo, del colonialismo y de los demás elementos ideológicos tácitos (u ocultos) de las extremas derechas (oligárquicas o antioligárquicas) no responde, ni puede honestamente responder, a una reivindicación de los mitos modernos (y aquí Heidegger)con que la ultra yanqui-sionista va disolviendo las identidades nacionales a escala planetaria.

El olvido de la pregunta que
interroga por el ser.
Por una izquierda nacional

Entendemos que debe de poder combatirse dicho proyecto racista/universalista occidental, pero jamás desde posiciones ultras no-sionistas u "opuestas" (¿?) a posiciones mundialistas y anti-identitarias, sino sólo desde la trinchera de una extrema izquierda nacional o nacional-revolucionaria, que será nuestra tarea delimitar.

El identitarismo es -en efecto- extrema izquierda nacional y socialista o no es nada. Hay que apostatar para recuperar la nación-patria enterrada bajo siglos de aculturación etnicida judeocristiana. La extrema izquierda marxista no tiene ni la más remota idea de lo que significa una o-posición racional, laica, griega, al poder oligárquico... En realidad esta "extrema izquierda" (internacionalista, cósmica) es el verdedero caballo de Troya -la ultra gentil carece de toda relevancia política- del gran pulpo mundialista con sede mental en Hollywood.

Estamos, pues, de camino a otra senda que lucha por la libertad y dignidad de los pueblos, la cual comporta el rechazo de la opresión oligárquica, pero, a la par, de cualquier otra forma de opresión nacional racista que conciba el nacionalismo como exclusión o subordinación de una, de "algunas" o del resto de las naciones y etnias. Tenemos que demoler ante todo el delirante esquema ontoteológico monoteísta de la elección divina y de la vida eterna.

Las naciones, quiéranlo o no, se salvarán juntas o perecerán juntas; también la nación judía, pero sólo el día en que ésta se libere a su vez... de su propia impostura ultraderechista.

La alianza de los pueblos, las etnias, las culturas y las naciones contra la extrema derecha sionista que gobierna el mundo pasa por la superación tanto del racismo y el antisemitismo cuanto del discurso de la (pseudo) "democracia" (=liberalismo, capitalismo) y los "derechos humanos". La clave: Martin Heidegger y la pregunta que interroga por el ser. Atenas versus Jerusalén.

Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
6 de enero de 2014





AVISO LEGAL

http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2013/11/aviso-legal-20-xi-2013.html


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